Versículos de la Biblia sobre Transformaciones

Efesios 2:8-9: 8 Porque por gracia sois salvos por la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios: 9 No por obras, para que nadie se gloríe.

Marcos 15:1-47: 15 Y LUEGO por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio, llevaron á Jesús atado, y le entregaron á Pilato. 2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices. 3 Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho. 4 Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan. 5 Mas Jesús ni aun con eso respondió, de modo que Pilato se maravillaba. 6 Empero en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. 7 Y había uno, que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían hecho muerte en una revuelta. 8 Y viniendo la multitud, comenzó á pedir hiciese como siempre les había hecho. 9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos? 10 Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes. 11 Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les soltase antes á Barrabás. 12 Y respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos? 13 Y ellos volvieron á dar voces: Crucifícale. 14 Mas Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Crucifícale. 15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó á Barrabás, y entregó á Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. 16 Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala, es á saber al Pretorio, y convocan toda la cohorte. 17 Y le visten de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, 18 Comenzaron luego á saludarle: ­Salve, Rey de los Judíos! 19 Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en él, y le adoraban hincadas las rodillas. 20 Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle. 21 Y cargaron á uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que llevase su cruz. 22 Y le llevan al lugar de Gólgotha, que declarado quiere decir: Lugar de la Calavera. 23 Y le dieron á beber vino mezclado con mirra, mas él no lo tomó. 24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno. 25 Y era la hora de las tres cuando le crucificaron. 26 Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS. 27 Y crucificaron con él dos ladrones, uno á su derecha, y el otro á su izquierda. 28 Y se cumplió la Escritura, que dice: Y con los inicuos fué contado. 29 Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ­Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo edificas, 30 Sálvate á ti mismo, y desciende de la cruz. 31 Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos á otros, con los escribas: A otros salvó, á sí mismo no se puede salvar. 32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le denostaban. 33 Y cuando vino la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona. 34 Y á la hora de nona, exclamó Jesús á gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani? que declarado, quiere decir: Dios mío, Díos mío, ¿por qué me has desamparado? 35 Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama á Elías. 36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dió á beber, diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías á quitarle. 37 Mas Jesús, dando una grande voz, espiró. 38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de alto á bajo. 39 Y el centurión que estaba delante de él, viendo que había espirado así clamando, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. 40 Y también estaban algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, 41 Las cuales, estando aún él en Galilea, le habían seguido, y le servían, y otras muchas que juntamente con él habían subido á Jerusalem. 42 Y cuando fué la tarde, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado, 43 José de Arimatea, senador noble, que también esperaba el reino de Dios, vino, y osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44 Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto, y haciendo venir al centurión, preguntóle si era ya muerto. 45 Y enterado del centurión, dió el cuerpo á José. 46 El cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra á la puerta del sepulcro. 47 Y María Magdalena, y María madre de José, miraban donde era puesto.

Marcos 16:1-20: 16 Y COMO pasó el sábado, María Magdalena, y María madre de Jacobo, y Salomé, compraron drogas aromáticas, para venir á ungirle. 2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, ya salido el sol. 3 Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro? 4 Y como miraron, ven la piedra revuelta, que era muy grande. 5 Y entradas en el sepulcro, vieron un mancebo sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se espantaron. 6 Más él les dice: No os asustéis: buscáis á Jesús Nazareno, el que fué crucificado, resucitado há, no está aquí, he aquí el lugar en donde le pusieron. 7 Mas id, decid á sus discípulos y á Pedro, que él va antes que vosotros á Galilea: allí le veréis, como os dijo. 8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque las había tomado temblor y espanto, ni decían nada á nadie, porque tenían miedo. 9 Mas como Jesús resucitó por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente á María Magdalena, de la cual había echado siete demonios. 10 Yendo ella, lo hizo saber á los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando. 11 Y ellos como oyeron que vivía, y que había sido visto de ella, no lo creyeron. 12 Mas después apareció en otra forma á dos de ellos que iban caminando, yendo al campo. 13 Y ellos fueron, y lo hicieron saber á los otros, y ni aun á éllos creyeron. 14 Finalmente se apareció á los once mismos, estando sentados á la mesa, y censuróles su incredulidad y dureza de corazón, que no hubiesen creído á los que le habían visto resucitado. 15 Y les dijo: Id por todo el mundo, predicad el evangelio á toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere, será condenado. 17 Y estas señales seguirán á los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios, hablaran nuevas lenguas, 18 Quitarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les dañará, sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. 19 Y el Señor, después que les habló, fué recibido arriba en el cielo, y sentóse á la diestra de Dios. 20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían. Amen.

Marcos 12:1-44: 12 Y COMENZO á hablarles por parábolas: Plantó un hombre una viña, y la cercó con seto, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó á labradores, y se partió lejos. 2 Y envió un siervo á los labradores, al tiempo, para que tomase de los labradores del fruto de la viña. 3 Mas ellos, tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío. 4 Y volvió á enviarles otro siervo, mas apedreándole, le hirieron en la cabeza, y volvieron á enviarle afrentado. 5 Y volvió á enviar otro, y á aquél mataron, y á otros muchos, hiriendo á unos y matando á otros. 6 Teniendo pues aún un hijo suyo amado, enviólo también á ellos el postrero, diciendo: Tendrán en reverencia á mi hijo. 7 Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero, venid, matémosle, y la heredad será nuestra. 8 Y prendiéndole, le mataron, y echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá á estos labradores, y dará su viña á otros. 10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los que edificaban, Esta es puesta por cabeza de esquina, 11 Por el Señor es hecho esto, Y es cosa maravillosa en nuestros ojos? 12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía á ellos aquella parábola, mas temían á la multitud, y dejándole, se fueron. 13 Y envían á él algunos de los Fariseos y de los Herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra. 14 Y viniendo ellos, le dicen: Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, y que no te cuidas de nadie, porque no miras á la apariencia de hombres, antes con verdad enseñas el camino de Dios: ¿Es lícito dar tributo á César, ó no? ¿Daremos, ó no daremos? 15 Entonces él, como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. 16 Y ellos se la trajeron y les dice: ¿Cúya es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le dijeron: De César. 17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad lo que es de César á César, y lo que es de Dios, á Dios. Y se maravillaron de ello. 18 Entonces vienen á el los Saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: 19 Maestro, Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno muriese, y dejase mujer, y no dejase hijos, que su hermano tome su mujer, y levante linaje á su hermano. 20 Fueron siete hermanos: y el primero tomó mujer, y muriendo, no dejó simiente, 21 Y la tomó el segundo, y murió, y ni aquél tampoco dejó simiente, y el tercero, de la misma manera. 22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron simiente: á la postre murió también la mujer. 23 En la resurrección, pues, cuando resucitaren, ¿de cuál de ellos será mujer? porque los siete la tuvieron por mujer. 24 Entonces respondiendo Jesús, les dice: ¿No erráis por eso, porque no sabéis las Escrituras, ni la potencia de Dios? 25 Porque cuando resucitarán de los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento, mas son como los ángeles que están en los cielos. 26 Y de que los muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, mas Dios de vivos, así que vosotros mucho erráis. 28 Y llegándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas, este es el principal mandamiento. 31 Y el segundo es semejante á él: Amarás á tu prójimo como á ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. 32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él, 33 Y que amarle de todo corazón, y de todo entendimiento, y de toda el alma, y de todas las fuerzas, y amar al prójimo como á sí mismo, más es que todos los holocaustos y sacrificios. 34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dice: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle. 35 Y respondiendo Jesús decía, enseñando en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor á mi Señor: Siéntate á mi diestra, Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies. 37 Luego llamándole el mismo David Señor, ¿de dónde, pues, es su hijo? Y los que eran del común del pueblo le oían de buena gana. 38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, 39 Y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas, 40 Que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor juicio. 41 Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. 42 Y como vino una viuda pobre, echó dos blancas, que son un maravedí. 43 Entonces llamando á sus discípulos, les dice: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: 44 Porque todos han echado de lo que les sobra, mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento.

Marcos 8:1-38: 8 EN aquellos días, como hubo gran gentío, y no tenían qué comer, Jesús llamó á sus discípulos, y les dijo: 2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer: 3 Y si los enviare en ayunas á sus casas, desmayarán en el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos. 4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien hartar á estos de pan aquí en el desierto? 5 Y les pregunto: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete. 6 Entonces mandó á la multitud que se recostase en tierra, y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, partió, y dió á sus discípulos que los pusiesen delante: y los pusieron delante á la multitud. 7 Tenían también unos pocos pececillos: y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante. 8 Y comieron, y se hartaron: y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete espuertas. 9 Y eran los que comieron, como cuatro mil: y los despidió. 10 Y luego entrando en el barco con sus discípulos, vino á las partes de Dalmanutha. 11 Y vinieron los Fariseos, y comenzaron á altercar con él, pidiéndole señal del cielo, tentándole. 12 Y gimiendo en su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal á esta generación. 13 Y dejándolos, volvió á entrar en el barco, y se fué de la otra parte. 14 Y se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en el barco. 15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de Herodes. 16 Y altercaban los unos con los otros diciendo: Pan no tenemos. 17 Y como Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no tenéis pan? ¿no consideráis ni entendéis? ¿aun tenéis endurecido vuestro corazón? 18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿y no os acordáis? 19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Doce. 20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete. 21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis? 22 Y vino á Bethsaida, y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase. 23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea, y escupiendo en sus ojos, y poniéndole las manos encima, le preguntó si veía algo. 24 Y él mirando, dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como árboles. 25 Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase, y fué restablecido, y vió de lejos y claramente á todos. 26 Y envióle á su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas á nadie en la aldea. 27 Y salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó á sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Y ellos respondieron: Juan Bautista, y otros, Elías, y otros, Alguno de los profetas. 29 Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. 30 Y les apercibió que no hablasen de él á ninguno. 31 Y comenzó á enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le comenzó á reprender. 33 Y él, volviéndose y mirando á sus discípulos, riñó á Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres. 34 Y llamando á la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 35 Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá, y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. 36 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? 37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? 38 Porque el que se avergonzare de
mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

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